28 de agosto de 2008

CALLE VELARDE




Mi calle era un pequeño universo poblado de niñas, niños, jóvenes y mayores que se conocían todos.
Estaba, toda empedrada, adoquines lustrosos y aceras estrechas , la mayoría de fachadas decoradas de balcones con preciosos barrotes de hierro llenos de geranios y claveles. Portales siempre abiertos durante el día, con escalones de mármol, granito o sencillas losas de barro Entonces me parecía una calle enorme , ahora cuando la visito veo que son apreciaciones de niña, no tendrá mas de 150 mt. de largo. Había una tahona o despacho de pan, una tienda de comestible, una carnicería, una farmacia-droguería y al final de la calle estaba el matadero municipal, a veces nos acercábamos por allí para ver matar a los becerros, terneras y demás animales, era todo un expectaculo, siempre nos echaban de allí. A mitad de la calle había varios patios de vecinos, uno pequeño que le llamábamos el de Enriqueta, porque allí vivía una costurera de ese nombre, otro, muy grande, el patio Castillo, que ya pertenecía como a una barriada aparte, en el otro extremo el patio Morales en donde vivían muchas familias y un pasaje, el de Fernandez, que desembocaba en La Glorieta otro sitio que albergaron mis juegos infantiles. Desde el balcón de mi casa, al fondo, se veía una franja del mar Mediterraneo y parte de la costa de Marruecos, por la tarde era bonito asomarse al balcón y ver como salían a faenar los barcos, por la noche pescaban el calamar con barcas de grandes farolas iluminada con petróleo.

Yo vivía en el principio de la calle y en cada zona de ella nos agrupamos distintas pandillas que raramente nos mezclamos, solo los chicos se unían para echar partidos de futbol, con dos piedras de portería. Cuando llegaba del colegio, o de las fastidiosas clases particulares, soltaba rápido la maleta ( entonces no se decía mochila, esa palabra era para un día de fiesta típico de Ceuta, ya hablaré de ella en otra entrada ), cogía el bocadillo de la merienda y bajaba a sentarme en el escalón del portal, allí esperaba que los demás llegaran o si ya había alguien sentado en su escalón nos reunimos a charlar o a pensar a que íbamos a jugar ese día. Eran nuestro lugar de encuentro, a veces nos apretábamos para caber en ellos.

Los coches todavía no la habían invadido, la calle era nuestra. Jugamos a distintos juegos según la temporada, para las niñas estaba la comba, mientras que saltábamos la cuerda cantabamos canciones muy antiguas que nos enseñaron nuestras madres, otros eran los cromos, la rayuela o pata coja, las chinas...cinco piedrecitas redondas se tira al aire una y tienes que ir cogiendo las cuatro restantes y hacer varios movimientos con la otra mano. Para los niños, el preferido era la pelota, se daban pases y algún que otro chuts que en mas de una ocasión fue causa de disgusto por romper algún cristal o se "embarcaba" en sitios imposibles para recuperarla ,ellos jugaban a las chapas, al trompo, guá o canicas, al burro, este consistía en ponerse en fila y saltar sobre el que le había tocado ponerse con la espalda encorvada y la cabeza entre las piernas flexionadas, las niñas jugábamos entre nosotras, yo me rompi un brazo jugando a esto. Los niños tenían unas variantes del juego muy cafres con patadas en el trasero o montándose muchos encima del pobre burro; otro era al pañuelo, o tiro libre este era de los pocos que compartíamos ambos sexos, la seleccion previa para elegir los equipos, se hacia poniéndose dos, uno frente a otro a un metro de distancia y dando pasos con los pies tocándose los talones, se iban acercando diciendo: oro, plata, monta y cabe y el o la que conseguía meter el pie en el espacio que quedaba cuando llegaban a juntarse ese se convertía en lider para elegir los equipos de jugadores. Ese juego me gustaba mucho, consistía en hacer una linea en el suelo y a cierta distancia, a ambos lados, otras dos lineas donde se colocaban cada grupo y en el centro se ponía alguien con una pelota que tiraba bien alto hacia arriba, había que ir a por ella y regresar a tu puesto corriendo pues el otro que no pudo coger la pelota tiene que intentar quitartela, si te tocaba, te eliminaban, había que llegar a tu linea, si entrabas en ella quien te perseguía tenia que pararse en el acto y quien poseía el balón le tiraba bien fuerte, si le dabas quedaba eliminado. Otro juego mixto era el viejo juego del escondite, los portales eran los mas solicitados y si ya lo ocupaba otro corrías a el siguiente, nos metíamos incluso en algunas casas a ras de la calle, y los mayores se hacían complices de el juego diciendo que allí no estábamos.


Todo aquel mundo se esfumó, desaparecieron sus nobles adoquines, sus patios, sus casas y su gente. Ahora sirve de paso para los coches, se derrumbaron muchos de los edificios, ahora sus fachadas son como todas las fachadas modernas, impersonales y sus portales cerrados con portero automático, oficinas en las plantas baja y solo la farmacia y mi casa, de donde salí para abandonar Ceuta cuando me casé, permanecen como permanecen mis recuerdos de mi feliz niñez en aquella bendita calle.

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